domingo, 10 de marzo de 2013

Monasterio de Santa Catalina, Monte Sinaí

Yo, que no soy muy dado a ningún tipo de fervor religioso, pocos lugares he encontrado en el mundo que te envuelvan de un halo de serenidad, recogimiento e incluso cierto misterio como el Monasterio de Santa Catalina, al pie del Monte Sinaí, en Egipto.

Son varias las veces que lo he visitado, subido a la cima del Sinaí para dormir allí mismo junto a la minúscula capilla de la Iglesia ortodoxa de Jerusalén y ver la salida del sol sobre uno de los lugares más míticos de la Tierra y lugar sagrado de las tres grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam.

Este enclave, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2002, y todo el desierto del Sinaí son un lugar realmente especial para viajar, sentirse lejos del mundo y huir de las hordas de turistas que amenazan con joder el encanto de muchos lugares del planeta. Sonará a snob y probablemente lo sea, pero de la misma manera que amo viajar odio casi todo lo que representa el turismo, viviéndolo en carne propia cada día en Barcelona, próximo parque temático de la todopoderosa compañía Disney y a la que cada vez cuesta más descubrir su auténtica esencia.






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