Cada vez quedan menos, pero todavía hoy existen en este mundo cosas tan sencillas y que, al mismo tiempo, proporcionan un bienestar tan enorme que hay que esforzarse por recordarlas y compartirlas. En tiempos donde, hasta para dejar tu coche en plena calle, hay que pagar un precio escandaloso, descubrir cositas que llenan tu espíritu a cambio de nada, son rarezas dignas de encomio como la que describe esta foto.
Viaje de trabajo a Estambul, días de sesiones fotográficas interminables con un frío del demonio que entumecía mis dedos hasta con guantes, cielos plomizos, grises, llovizna... así hasta la última noche.
Te despierta el canto del muecín a la oración, te desperezas y te diriges a la ventana de tu hostal con la idea de volver a ver otro día gris o de lluvia, la abres, te abofetea una ráfaga de aire gélido y ves esto: los primeros rayos de sol en una semana, filtrándose entre las nubes y recortando la situeta de la mezquita de Sultanahmet con el Bósforo al fondo...
De golpe, todo merece la pena...
No hay comentarios:
Publicar un comentario